La semana pasada fuimos a la cooperativa para entregar los ajos. Esta tarea se hace en tres veces, por lo que cada socio tiene que esperar a que le llegue su turno. La cooperativa de ajos «San Julián» de nuestro pueblo (la cual forma parte de Coopaman), está durante todo el mes de agosto recibiendo ajos de los socios (entorno a 5 millones de kilos). Los operarios trabajan en dos turnos de 8 horas cada uno para cumplir con el objetivo. El trabajo es duro y aún más debido a la gran cantidad de polvo que los ajos generan cuando son clasificados.
El agricultor sólo se ocupa de cargar los remolques con los palots para llevarlos a la cooperativa. Alli son descargados por la carretilla elevadora Linde y son volteados en las tolvas de la clasificadora. Una vez que pasan por esta máquina, se les pone una etiqueta de trazabilidad que no perderán hasta que sean vendidos. En esta etiqueta se encuentra un código de barras que identificará al socio, la parcela, fecha y hora de entrada a la cooperativa, tipo y calibre de ajos,… En este proceso también se evalua la calidad revisando el estrio por las diferentes clasificaciones.
Finalmente, los ajos son metidos en cámaras frigoríficas que los mantendrán en torno a -3 ºC hasta que son preparados para su comercialización. De esto se encargan las mujeres: los limpian, pelan y meten en diferentes cajas de cartón, madera, plástico, bolsas de diferentes tamaños,…